diciembre 10, 2024

Recién aterrizado hoy en Turquía, sexto país musulmán del mundo, situado al borde de una de las zonas más explosivas debido al avance del grupo terrorista Estado Islámico (EI) en el norte de Siria e Irak, el papa Francisco condenó con fuerza la violencia terrorista, el fanatismo y el fundamentalismo, e hizo un urgente llamado al diálogo y a negociaciones multilaterales para que haya paz en Medio Oriente .

«Es preciso contraponer al fanatismo y al fundamentalismo, a las fobias irracionales que alientan la incomprensión y la discriminación, la solidaridad de todos los creyentes, que tenga como pilares el respeto de la vida humana, de la libertad religiosa -que es libertad de culto y libertad de vivir según la ética religiosa-, el esfuerzo para asegurar todo lo necesario para una vida digna, y el cuidado del medio ambiente», dijo Francisco en el primer discurso de su gira de poco menos de tres días en Turquía, país que definió «puente natural entre dos continentes», muy querido por los cristianos por haber sido cuna de San Pablo.

En un viaje delicado, marcado por el auge del extremismo integrista del EI, el Pontífice subrayó la importancia del diálogo «interreligioso e intercultural» para «erradicar toda forma de fundamentalismo y de terrorismo que humilla gravemente la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión».

Francisco, quien hubiera querido visitar uno de los 22 campos de refugiados que hay en Turquía, algo que no pudo hacer debido a problemas de seguridad y logísticos (tendría que haber volado una hora desde esta capital hasta la frontera Siria), en su discurso, pronunciado ante el presidente turco Recep Tayip Erdogan, aludió sin vueltas a este drama y al conflicto que lo produjo. Se estima que en Turquía hay un millón y medio de refugiados.

«En Siria y en Irak la violencia terrorista no da indicios de aplacarse. Se constata la violación de las leyes humanitarias más básicas contra los presos y grupos étnicos enteros; ha habido, y sigue habiendo, graves persecuciones contra grupos minoritarios, especialmente -aunque no sólo- los cristianos y los yazidíes: cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y su patria para poder salvar su vida y permanecer fieles a sus creencias», clamó Francisco, en un discurso que pronunció en italiano en uno de los salones del flamante y faraónico Palacio Presidencial de esta capital, que Erdogan inauguró con esta visita en medio de polémicas por su costo millonario.

El Papa llegó hasta allí escoltado por militares de a caballo, a bordo de un discreto Volkswagen Passat azul -al parecer no blindado, como había pedido-, en medio de imponentes medidas de seguridad. Antes, tal como estaba programado, visitó el Mausoleo de Mustafá Kemal Ataturk, padre y fundador de la República turca laica, un must para cualquier líder de visita oficial a este país de 76 millones de habitantes.

Así como hizo durante el vuelo que lo trajo desde Roma a esta capital, cuando saludó brevemente a los 60 periodistas que lo acompañan, ante el presidente Erdogan el Papa destacó el papel que está teniendo Turquía al recibir en su tierra a cientos de miles de refugiados. E hizo un llamado a la comunidad internacional no sólo a sumarse a este esfuerzo, sino a actuar de forma concreta para detener de alguna manera el conflicto que desangra el área, en forma multilateral y no sólo militar, como ya había indicado al regresar de Corea del Sur.

«Turquía, acogiendo generosamente a un gran número de refugiados, está directamente afectada por los efectos de esta dramática situación en sus fronteras, y la comunidad internacional tiene la obligación moral de ayudarla en la atención a los refugiados», dijo.

«Además de la ayuda humanitaria necesaria, no se puede permanecer en la indiferencia ante lo que ha provocado estas tragedias. Reiterando que es lícito detener al agresor injusto, aunque respetando siempre el derecho internacional, quiero recordar también que no podemos confiar la resolución del problema a la mera respuesta militar», agregó.

Acto seguido, llamó a un «gran esfuerzo común, fundado en la confianza mutua, que haga posible una paz duradera y consienta destinar los recursos, finalmente, no a las armas sino a las verdaderas luchas dignas del hombre: contra el hambre y la enfermedad, en favor del desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación, del rescate de tantas formas de pobreza y marginación, que tampoco faltan en el mundo moderno».

En un discurso en el que pronunció cinco veces la palabra «diálogo», el Papa finalmente subrayó que Turquía, por su historia, por su posición geográfica y por la importancia en la región, tiene una gran responsabilidad: «Sus decisiones y su ejemplo tienen un significado especial y pueden ser de gran ayuda para favorecer un encuentro de civilizaciones e identificar vías factibles de paz y de auténtico progreso».

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